Salgo del local con el estuche de mi guitarra en una mano y el amplificador en la otra. La sesión de hoy había sido ardua. Tres horas de ensayo y 5 canciones para tocar. El baterista había llegado media hora tarde y mis compañeros ya están pensando despedirlo. Hasta ahora se han abstenido por lo difícil que es conseguir uno estos días. Yo siempre he dicho que la mejor banda es la que tiene un bataco como líder. Así el puede despedir y conseguir guitarristas a lo bruto sin que haya mayor problema.
Bajo la transitada calle viendo a los carros ir y venir por la avenida. Uno o dos ejecutivos bien vestidos se me quedan viendo a través de los vidrios de sus carros del año. La gente como yo siempre atrae la atención. Ninguna persona “normal” puede ver a un chico con los pantalones entubados, unos converse sucios, una chaqueta de mezclilla y pines por todos lados, sin pensar que es un rebelde. La gente moderna suele perderse en prejuicios.
Aún la gente como nosotros seguimos nuestras propias reglas. Y más yo, siendo Straight Edge, solo tomo lo bueno de las cosas. Definitivamente nada de alcohol ni mucho menos drogas. Vivo al margen de la ley y respetando a mi prójimo. Creo que es por eso que me he ganado a mis suegros.
Llego a mi departamento donde vivo desde hace dos años que mis padres me enviaron a estudiar acá. Abro el cancél, subo las escaleras y abro la puerta de mi pequeño espacio.
Vivo en un pequeño apartamento de una sola habitación. De hecho mi habitación es también mi cocina, mi sala y mi comedor. Solo una pequeña pared de tablaroca y una puerta separan mi baño y mi closet. La decoración la escogí yo, quería un cuarto completamente urbano y a la moda. Posters de los Rolling Stones, Jimmy Hendrix y Patty Smith por todos lados. Copias de pinturas de Warhol, placas de carros y casetes. Y en una esquina un estéreo con algunos discos de vinillo.
Me dirijo directamente a la cama, y después de prender el estéreo me recuesto mirando el techo.
Comienzo a pensar en Arlette, la niña mas linda de todo el mundo. Suelo pensar en ella casi siempre. Recuerdo todas las cosas lindas que hemos pasado, los paseos interminables por el parque, las peliculas del cine, las tocadas en las que me ha apoyado. Su sonrisa, su cuello, su piel, y sus labios cubiertos de gloss sabor naranja. Pero sobre todo, sus grandes ojos cafés. Esos ojos que me hacen sentir como si me hubiera tragado una pastilla de LSD.
Las vigas comienzan a moverse, como si estuviera temblando, pero yo no siento nada en la cama. Cierro los ojos tratando de evitar este sentimiento de nauseas, pero solo hace que me duelan. Ahora trato de abrirlos y no veo absolutamente nada. Me siento en la cama y espero a que se me pase.
De pronto me dan muchisimas ganas de dormir. Veo el reloj y al darme cuenta de que aun falta mucho para la fiesta decido dormir un rato. Un bien merecido descanso antes de alistarme para esta noche. Solo 15 minutos.
Cierro los ojos y el frió refrescante de mi cuarto me arrulla.
“—Me alegra que hayas podido venir.
Me volteo y me encuentro con esos grandes ojos cafés que tanto amo. Arlette esta vestida con un vestido verde bellisimo.
—Lo que sea por la cumpleañera.—Me acerco, la abrazo y luego la beso. Sus labios se sienten pegajosos. Sus manos frías.
—Otra vez te pusiste gloss ¿Verdad?
—¿Como sabes?
—Por que sabes a naranja.”
Un pitido insoportable me despierta. Ya es hora de arreglarme. De pronto me doy cuenta de lo que acaba de pasar: soñé con Arlette. Sonrío inevitablemente y me levanto de la cama aun un poco modorro. Espero que el agua de la regadera me despierte completamente.
Menos de media hora después ya estoy en la fiesta. Las odiosas canciones de reggaeton hacen eco hasta la esquina de la calle. Muchachos desfilan por fuera con vasos de plástico y cigarros en la mano. En estas situaciones es cuando me alegro de saber abstenerme y no consumir alcohol.
Entro por la gran puerta que parece la de una cochera y miro hacia adentro. Hay mucha gente y parece que no conozco a nadie. Timidamente me voy metiendo y me siento solo en una mesa. Después de algunos incómodos minutos llega la cumpleañera y me saluda.
—Hola. Pensé que no ibas a venir.
—Ya ves.— Sonrío.
De pronto mi conversación se ve interrumpida por el padre de mi amiga que se acerca y le dice algo al oído.
—Tengo que irme. Platica con alguien.
—Lo intentaré créeme.
Otra vez vuelvo a mi incomoda situación. Veo un mesero pasar y le pido un soda sin hielos. Nervioso tomo algunos cacahuates del centro de mi mesa y miro alrededor mientras los mastico. Parece ser una fiesta en la que no encajo. Menores de edad tomando y fumando por aquí y por allá. Presumiendo que ya son lo suficientemente maduros como para hacerlo. Que estupidez.
Siento algunas miradas sobre mí y luego de un rato un grupo de chicas en vestidos de varios colores se acercan y se sientan junto a mí.
—¿Por que tan sólo?— pregunta una de vestido escarlata. La mas cercana a mí.
—Pues es que no conozco a nadie— respondo.
—Bueno pues ahora ya nos conoces a nosotras.
—Casi.
—¿Por que lo dices?
—Pues, no sé sus nombres— digo mientras lanzo una mirada nerviosa a cada una de las tres.
—Bueno, yo soy Cintia,— señala a una chica con vestido rosado—ella es Brenda, y ella es Fernanda.
Fernanda trae un vestido morado claro, del mismo color de la túnica de un rey. Las tres parecen ser muy unidas, de ese tipo de chicas que van a todos lados juntas.
Veo como un chico se levanta de una mesa llena de hombres y toca el hombro de Brenda, le susurra algo al oído y ambos salen del local.
—Ash, otra vez Jorge— dice Fernanda con un tono de fastidio.
—¿Que pasa con él?— pregunto yo.
—Es muy celoso, no se por que Brenda no lo termina.
—De hecho, ya van como 3 veces que terminan. Pero siempre él la termina a ella. De hecho creo que ya no eran novios.— dice Cintia.
—¿Entonces por que vino y se la llevo?— vuelvo a preguntar, curioso.
—Ni idea la verdad.— Cintia parece un poco molesta.
En eso Brenda vuelve a entrar al local, llorando. Sus amigas no pierden el tiempo y le preguntan inmediatamente que pasó.
—Me terminó— responde Brenda entre sollozos.
—Ay, no te preocupes, luego se va a arrepentir y vendrá rogando como siempre lo hace— dice Cintia.
—No lo creo, dijo que esta vez es para siempre.— Brenda parece a punto de soltarse a llorar.
De pronto llega el mesero con mi soda, y mis compañeras le piden una cerveza cada una, todas menos Brenda, quien le pide una soda igual que yo.
Después de unos minutos de consolar a la niña del vestido rosado, su exnovio entra en el local abrazado de una chica, lo que provoca mas sollozos en la niña.
—Vamos afuera — dice Cintia con la intención de que Brenda se tranquilice. Los cuatro caminamos juntos fuera del local, y nos sentamos en una banca.
Yo soy el primero en hablar.
—Hay muchos otros peces en el mar— digo para consolar a Brenda.
—A que te refieres?— pregunta ella, mirándome con sus ojos llenos de lagrimas.
—Que si el no supo apreciarte como la niña tan linda que eres, hay alguien allí afuera que seguramente lo hará.
Brenda sonríe.
Cintia da un trago a su cerveza mientras mira a la calle. Comienza a platicar con Lili sobre la escuela, y yo empiezo una conversación muy interesante con Brenda.
Brenda es una niña muy simpática; tenemos muchisimas cosas en común. Creo que estoy empezando a gustarle, pero yo tengo novia, y jamás la engañaría. Creo que lo mejor es que no le comente nada sobre ella, no quiero herir sus sentimientos.
—Oye
—¿Si?
—Tienes algo en el ojo...
Su rostro comienza a acercase al mio, y sus ojos no dejan de mirarme. De pronto, en un movimiento brusco, Brenda me planta un beso en la boca. Al principio lo disfruto, pero después de un momento reacciono y me separo de ella. Sus amigas solo nos observan extrañadas. Brenda sonríe.
¡No puede ser! ¿Que rayos le voy a decir a mi novia? No le puedo ocultar algo así ¿o si?
Cubro mi boca como si hubiera acabado de insultar a mi madre. De pronto solo salgo corriendo y me voy a mi casa, sin dar una explicación.
Una vez en mi departamento, me decido a llamar a mi novia. Busco en el marcado rápido, presiono el numero 5 y espero. Me responde esa voz dulce y adorable.
—Mañana tengo que hablar contigo muy seriamente. ¿En donde nos vemos?
De pronto, su voz deja de ser tierna y adquiere un tono de preocupación.
—¿Sucede algo? ¿No me lo puedes decir por teléfono?
—No, tengo que hacerlo en persona. Es algo muy delicado.
—Bueno, ven mañana a mi casa a la hora de comer.
—Muy bien hasta luego.
—Te Quier...
Cuelgo antes de que ella siquiera pueda acabar su oración.
Respiro hondo y me acuesto. Esta será una noche muy larga.
A la mañana siguiente me levante desayune y cuando fue hora, me dirigí a casa de Arlette. Armándome de valor con cada paso. Creo que hoy será el día mas difícil de mi vida.
Camino allá, comienzo a pensar las cosas y preguntarme si en realidad era necesario lo que iba a hacer. Alette confía en mi y me perdonará sin pensarlo dos veces; el problema es si yo estoy dispuesto a perdonarme. Si lo hubiera hecho ella, la perdonaría una y mil veces, pero hacerlo conmigo es diferente. Fue algo que yo no planeé y no quise hasta que comenzó a suceder. Además, como sé que no se repetirá en el futuro y tenga que pasar por lo mismo otra vez.
Llego a la esquina de su casa y mi corazón comienza a palpitar bruscamente. Observo la calle que ya me es familiar. Pienso por ultima vez lo que voy a hacer, y me dirijo a su puerta. Toco el timbre y espero.
Pocos segundos después su hermanita me abre la puerta.
—Esta tu hermana?— le digo.
Ella solo se dedica a asentir y vuelve a entrar a la casa. Después de unos segundos, ella sale a mi encuentro.
—Puedes salir a dar un paseo? Creo que esto sera un poco largo de explicar.—le digo.
—Si, solo deja pedir permiso— dice y se asoma a su casa.
Susurra algo a su madre, asiente y nos ponemos en camino.
Las primeras cuadras son un poco incomodas, ninguno de los dos nos atrevemos a hablar. Yo sigo mirando mis pies y con las manos en los bolsillos. Ella simplemente me dedica miradas nerviosas de vez en cuando.
—¿Y, como te fue en la fiesta?— me pregunta.
—Precisamente de eso vengo a hablarte— digo un poco aliviado de que halla comenzado la conversación de esa manera.
—¿Paso algo? ¿Por que querías hablar conmigo de...—
—Besé a otra chica— digo interrumpiéndola.
—¿Como que besaste a otra chica?— Arlette me mira extrañada.
—Te puse el cuerno, si quieres ponerlo de esa forma.—Mi mirada sigue en mis pies mientras camino.
Arlette se detiene en seco. Me detengo también pero sin voltear a verla.
—Explicame como pasó.— Me ordena.
—No necesitas saber.—
—¡Claro que necesito saber! ¡Eres mi novio!—Alette comienza a hacer ademanes con las manos en señal de desesperación.
—Pues tal vez es mejor que dejemos de serlo— digo seriamente y me alejo caminando, dejándola atrás. Ni siquiera me atrevo a voltear.
Arlette se queda tan estupefacta por mi reacción, que ni siquiera intenta detenerme. Después de que me alejo de su colonia, las lagrimas comienzan a brotar. Ruedan por mis mejillas como nunca antes. ¡Lo peor de todo es que yo soy el responsable!
. . .
Ya han pasado varios días desde que hablé con Alette. No me ha llamado y creo que es mejor así. Aun siento remordimiento de conciencia por romperle el corazón, pero yo no podría seguir en una relación como esa. Tampoco he hablado con Brenda.
He cumplido oficialmente 2 días sin salir de mi cuarto. Mi madre se mudo conmigo por que le preocupaba mi situación. Dice que debería salir aunque sea a que me de el aire, pero la posibilidad de encontrarme con alguna de ellas me mantiene encerrado. Ni yo mismo sé como terminaría esto.
—Creo que alguien te busca en la puerta— dice mi madre.
—Dile que no estoy.—
—¿A ambas?—
¿Ambas? ¿Quienes son ambas? Miro por la ventana y veo a dos chicas muy bien abrigadas en la puerta de mi casa. La lluvia asoma por mi ventana y se encarga de crear una escena melancólica. Eran ambas Brenda y Arlette. Mi madre abre la puerta, habla con ellas y veo como recibe una carta de Arlette. Luego las veo partir y los pasos de mi madre subiendo las escaleras me sacan lo ultimo que me queda de lagrimas.
Mi madre entra en el apartamento y me entrega la carta sin decir nada. Luego se pone a cocinar.
Miro la hoja blanca toda empapada. Es una carta de ambas. Comienzo a leerla:
Venía rumbo a tu casa cuando me encontré a mi vieja amiga Brenda. Platicando nos dimos cuenta de que ambas veníamos a verte. Y también de lo que sucedió. Me contó sobre lo que sucedió en la fiesta, y así pude ver la historia desde tu punto de vista.
Le conté de lo que me dijiste hace unos días. Brenda me dijo que no sabía que eras mi novio. Se disculpó conmigo y contigo por su comportamiento en la fiesta. Y se lamentó de que hubiéramos terminado. Créeme que yo también me lamento.
Quiero que sepas que yo no quería terminar contigo, para mí siempre serás mi novio, y no quiero que algo así termine con nuestra relación.
Nos vamos, y esperamos que pronto quieras salir.
Por siempre tu novia:
Arlette