miércoles, 16 de septiembre de 2009

Amor en Tiempos de Guerra

-Siempre estaré contigo, mi amor. Tu eres lo mas preciado que tengo ahora. Y no te cambiaría por nadie.-
Dije una vez a valeria.Sus mejillas tornaron a un color rosado.
-Gracias- Dijo entre risitas nerviosas. - Yo también te querré por siempre.-
Dejó en el buró el libro que había estado leyendo. Se paro de la mecedora y me dio un tierno beso en los labios. Los sentí fríos, como si hubiera tomado agua helada. Me pareció muy tierno de su parte.
-Bueno- Dijo después de resollar como si el estar sentada leyendo le hubiera cansado tanto como una caminata de tres kilómetros. -Tengo que volver a mis deberes como ama de casa.-
-Si- Contesté sin dejar de mirarla. La seguí con mis ojos hasta que hubo salido de la sala. Entonces me dispuse a leer el correo.
Mientras leía, mi mente empezó a divagar sobre nuestra relación. Ella una chica de clase acomodada, con apenas 17 años y medio de edad. Era una niña de estatura baja, y ella siempre lo había atribuido a la labor de parto de su madre, ya que había tenido que dar a luz a los 7 meses de embarazo. ¡Si hubiera nacido normal, yo sería unos meses mas chico que ella! Yo, era un muchacho de una familia aristócrata de México (Antes, la Nueva España) era muy culto para mi corta edad y tenía un futuro comprometedor.
Esto me valió para comprometerme con Valeria. Su padre y el mío se habían conocido en los negocios de ganadería. Los dos habían acordado nuestra boda. Antes de conocernos, ambos estábamos renuentes de tal casamiento. Pero, al conocernos y hacernos novios, nos enamoramos irrevocablemente del otro.
Llevábamos 3 meses de novios y nuestra boda estaba acordada para cuando ambos cumplieramos 18. Yo contaba los días para nuestra boda, ya que encontré en Valeria a la chica con la que seguramente quería pasar el resto de mi vida. Era muy afortunado en que nuestros padres hubiesen arreglado la boda. ¡Sería muy feliz!
Mis pensamientos fueron distraidos por una muy peculiar carta de sobre rojo y con el emblema de la República de Santana en la parte de atrás.
Rápido se la lleve a mi padre creyendo que sería un asunto para él. La leyó y me dijo:
-Esto debería concernirte mas a ti, yo ya estoy muy viejo para esas cosas.-
Lo mire un poco extrañado mientras tomaba la carta de regreso de su manos. ¿A que se refería con "Esas cosas"?
Abrí de nuevo la carta y comencé a leerla. Era una carta incitando al pueblo a unirse a las fuerzas de Santana contra los Franceses. Al parecer algunos Franceses que vivían en México habían exigido al gobierno que se les pagara los daños ocasionados por las pandillas y la corona Francesa había declarado la guerra cuando Santana se opuso a pagar tal cantidad de dinero.No se por que eso habría de concernirme a mí.
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-Cullum no Bellum*- Me dijo Valeria entre dolorosas lágrimas y sollozos.
-Lo sé pequeña pero, esto sera lo mejor para los dos.- O eso esperaba, al menos.- Además solo iré como negociador, no hay tanto riesgo en eso. ¿O si?
-Uno nunca sabe- Dijo sosteniendo un sollozo con mucho esfuerzo.
Yo me acerqué y besé su mejilla suavemente. Mi lengua saboreo sus lágrimas, lo mas salado que había probado en mi vida.
Sabía que esto le iba a doler, pero ya no podía retractarme o sería fusilado por deserción. Quién sabe, tal vez si tenía suerte pudiera obtener un alto rango en el cuál no tuviera que arriesgar mi vida.
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Me habían asignado a un regimiento en la la ciudad de Veracruz, la mayoría de mis compañeros en el pelotón eran mozos y gente de poco dinero. Todos se sorprendían de que un muchacho con la vida resuelta como yo me hubiera enlistado en el ejercito. Al principio pensaron que me habían traído a fuerza de una Leva*.

La comida que daban en el ejercito era realmente asquerosa. Lamentablemente era eso o no comer.
Un  día mientras estaba comiendo en el campamento me llamaron.
-Tienes que llevar un mensaje a los Franceses- Me dijo mi superior.
Seguramente esto sería peligroso. Me encomendé a Dios como todo buen católico y me puse en marcha.
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¡La guerra había sido un éxito! México y Francia habían aocrdado la paz, y tras muchos días dificiles en batalla, regresaba a casa. ¡Por fin podría casarme con Valeria!
Al llegar a casa de sus padres, pude divisar un moño negro en la puerta, pareciera que alguien de la casa había muerto. Seguramente había sido su abuelo, ya que estaba ya muy viejo y enfermo.
En el instante en el que entré, vi como la hermana menor de Valeria se me abalanzaba con lágrimas en los ojos. Me abrazó tan fuerte que casi no me dejaba respirar.
-¿Que pasó?- Le pregunté.
- Es valeria…- Me dijo sin contener una sola lágrima. -La mataron los soldados Franceses.-


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